VIENTOS DE RESISTENCIA

VIENTOS DE RESISTENCIA

Rodaje en Guacamayal



Foto: Ricardo Torres Ariza
A Guacamayal se llega por una pista polvorosa  atravesando kilométricas plantaciones de banano y palma africana.  Esta es la tierra donde se ubica el Macondo de Gabo,  por donde todavía cruza el tren ya no cargado de plátanos de United Fruit sino del carbón de la Drumont: 100 vagones cruzan 23 veces al día el pueblo, transportando una cantidad de 18.000 toneladas diarias  de una montaña que en breve terminarán de saquear por completo. 

En la plaza del pueblo, a las once del mediodía y bajo un  sol abrasador varios trabajadores terminan de montar el escenario donde comenzará esa misma noche el festival de Gaitas,  un grupo de adolescentes se ocupan de  la máquina tragaperras de la tienda refresquería y motoristas inquietantes de gafas oscuras cruzan la plaza lentamente de un lado a otro. En el centro de la plaza se levanta un monumento a Edelberto Rafael Aguilar Ortega, alias Chembe, y a todas las víctimas del paramilitarismo en la Zona Bananera. Denunciar judicialmente la inexistencia de un puente que oficialmente en Bogotà constaba como  ya construído le costó la vida.  Lo ajusticiaron públicamente en el mismo lugar donde ahora luce su busto, hecho en yeso burlonamente pintarrajeado por encima con pintura roja, como sangre  aún fresca que corre por las mejillas del muerto.
Hoy bajo ese puente reclamado por Chembe la gente lava su ropa en el río, se asea y coge agua en garrafas  y tanques para las casas: el pueblo lleva 3 meses sin agua. Según nos contó una señora, el alcalde robó la bomba de agua para llevársela a su finca y colocó una vieja en su lugar,  la cual pintó previamente para que pareciera nueva. 
Tras una gaseosa y un jugo de espera  en la refresquería central llega Fred Caro,  amigo gaitero a quien vinimos a encontrar en este viaje para conocer  y filmar la historia de los Gaiteros de Guacamayal.
La región bananera está poblada  principalmente  por comunidades afrodescendientes que se instalaron en la zona a  principios del siglo XX y trajeron consigo la música de gaita.  Allá por los años 80 Fred Caro y Toño Serge iniciaron un proceso de aprendizaje y recuperación de esta tradición animando a los maestros que ya casi no tocaban o nomás lo hacían por ron a valorar su arte. Junto a los maestros conformaron el grupo los Gaiteros de Guacamayal y ganaron rápidamente reconocimiento en el Festival Nacional de Gaitas de Ovejas. Entonces el paramilitarismo forzó al desplazamiento a Fred Caro y asesinó a Toño Serge. Hoy hay en Guacamayal una escuela de gaitas que  lleva el nombre de Toño Serge, si bien su nombre fué tapado con pintura de la fachada de la sede oficial, dicen que el pintor que la blanqueaba era un borracho y lo hizo por error.  
Foto: Ricardo Torres Ariza
Fred Caro y el viejo maestro machero Miguel Zúñiga son los únicos supervivientes del grupo Los Gaiteros de Guacamayal. Visitamos con Fred a Miguel Zúñiga en su casa, animándolo a tocar de nuevo en el patio. Pero Miguel está muy deprimido desde hace una década por la muerte de su hijo en un accidente de tráfico cuando regresaban de un toque, y le duele la música. Hizo sonar su pesar en el soplo de la gaita macho, acompañando a Fred en el toque que nosotros filmamos.
Esa noche el maestro Zúñiga y su esposa se acercaron al festival donde los grupos participantes competían en el escenario de la plaza y, a petición nuestra, desde el palco le hicieron una mención especial de reconocimiento al viejo maestro de los Gaiteros de Guacamayal, presente entre el público.  
La visita a Guacamayal de Fred termina el lunes con el festival, vuelve de nuevo a Barranquilla donde vive con su familia desde que se tuvo que ir; nosotros nos quedamos un día más.
Las huellas del paramilitarismo se sienten en las miradas, preguntas y comentarios de la gente que encontramos al pasar por las calles, en las pintadas electorales en los muros, en los negocios y casas abandonadas. De noche, los gemidos ensordecedores del tren al pasar parecen reclamos de  los muertos. Ese mismo lunes por la  noche asesinan a un hombre en su casa delante de sus hijos,  dicen que fué un ajuste de cuentas por droga, dicen también que  se equivocaron de muerto, que no era a él a quien buscaban.
Dejamos Guacamayal con la música sonando todavía en nuestros corazones y la angustia y el miedo sentidos perdiéndose entre las plantaciones bananeras conforme nos alejamos por  el camino polvoroso. A los que viven en Guacamayal les toca  convivir con ellos diariamente.