Foto: Ricardo Torres Ariza |
En la plaza del pueblo, a las once del
mediodía y bajo un sol abrasador varios trabajadores
terminan de montar el escenario donde comenzará esa misma noche el festival de
Gaitas, un grupo de adolescentes se
ocupan de la máquina tragaperras de la
tienda refresquería y motoristas inquietantes de gafas oscuras cruzan la plaza
lentamente de un lado a otro. En el centro de la plaza se levanta un monumento
a Edelberto Rafael Aguilar Ortega, alias Chembe, y a todas las víctimas del
paramilitarismo en la Zona Bananera. Denunciar judicialmente la inexistencia de
un puente que oficialmente en Bogotà constaba como ya construído le costó la vida. Lo ajusticiaron públicamente en el mismo
lugar donde ahora luce su busto, hecho en yeso burlonamente pintarrajeado por
encima con pintura roja, como sangre aún
fresca que corre por las mejillas del muerto.
Hoy bajo ese puente reclamado por Chembe la
gente lava su ropa en el río, se asea y coge agua en garrafas y tanques para las casas: el pueblo lleva 3
meses sin agua. Según nos contó una señora, el alcalde robó la bomba de agua
para llevársela a su finca y colocó una vieja en su lugar, la cual pintó previamente para que pareciera
nueva.
Tras una gaseosa y un jugo de espera en la refresquería central llega Fred
Caro, amigo gaitero a quien vinimos a
encontrar en este viaje para conocer y
filmar la historia de los Gaiteros de Guacamayal.
La región bananera está poblada principalmente por
comunidades afrodescendientes que se instalaron en la zona a principios
del siglo XX y trajeron consigo la música de gaita. Allá por los años 80 Fred Caro y Toño Serge
iniciaron un proceso de aprendizaje y recuperación de esta tradición animando a
los maestros que ya casi no tocaban o nomás lo hacían por ron a valorar su
arte. Junto a los maestros conformaron el grupo los Gaiteros de Guacamayal y
ganaron rápidamente reconocimiento en el Festival Nacional de Gaitas de Ovejas.
Entonces el paramilitarismo
forzó al desplazamiento a Fred Caro y asesinó a Toño Serge. Hoy hay en Guacamayal
una escuela de gaitas que lleva el
nombre de Toño Serge, si bien su nombre fué tapado con pintura de la fachada de
la sede oficial, dicen que el pintor que la blanqueaba era un borracho y lo
hizo por error.
Foto: Ricardo Torres Ariza |
Esa noche el maestro Zúñiga y su esposa se
acercaron al festival donde los grupos participantes competían en el escenario
de la plaza y, a petición nuestra, desde el palco le hicieron una mención
especial de reconocimiento al viejo maestro de los Gaiteros de Guacamayal, presente
entre el público.
La visita a Guacamayal de Fred termina el
lunes con el festival, vuelve de nuevo a Barranquilla donde vive con su familia
desde que se tuvo que ir; nosotros nos quedamos un día más.
Las huellas del paramilitarismo se sienten
en las miradas, preguntas y comentarios de la gente que encontramos al pasar
por las calles, en las pintadas electorales en los muros, en los negocios y
casas abandonadas. De noche, los gemidos ensordecedores del tren al pasar
parecen reclamos de los muertos. Ese
mismo lunes por la noche asesinan a un
hombre en su casa delante de sus hijos,
dicen que fué un ajuste de cuentas por droga, dicen también que se equivocaron de muerto, que no era a él a
quien buscaban.
Dejamos Guacamayal con la música sonando
todavía en nuestros corazones y la angustia y el miedo sentidos perdiéndose entre
las plantaciones bananeras conforme nos alejamos por el camino polvoroso. A los que viven en
Guacamayal les toca convivir con ellos
diariamente.